Salinas
Infraestructura protoindustrial que se remonta a la Antigüedad, utilizada por los seres humanos para la obtención del cloruro sódico disponible en el agua del mar, en lagunas y acuíferos salobres o en depósitos subterráneos de sal. La sal común o cloruro sódico (NaCl) se conoce también como halita. Es soluble en agua, por lo que del mismo modo se puede presentar disuelta en la naturaleza. La sal es un componente natural fundamental para la vida de aquí su importancia. Destaca su uso para el consumo humano y del ganado. Pero también se le ha dado otros usos a lo largo de la historia como la conservación de alimentos, el curtido de pieles, disolución de la nieve, la industria química… En este sentido la importancia histórica de la sal ha dejado su huella en el territorio: explotaciones salineras (salinas) y toda la cultura y paisaje de la sal.
Una salina es una instalación para la obtención de sal, que se basa en la optimización de las aguas salobres a partir de un sistema de extracción o captación de estas aguas, su conducción y su concentración por evaporación solar del agua. Técnicamente se considera un agua como salmuera cuando alcanza los 50 gramos de sal por litro, aunque no cristaliza completamente hasta que se alcanza una concentración de unos 300 gramos de sal por litro, que es cuando el mineral disuelto comienza a precipitar. La salina está conformada por un conjunto de conducciones y estanques poco profundos por los que circula el agua; ésta va pasando de unos a otros cada vez con mayor concentración, hasta que el cloruro sódico precipita. Lo que es común en todas ellas son cuatro zonas bien diferenciadas: zona de captación del agua salobre, de almacenamiento, de evaporación y zona de cristalización. Estás zonas están ordenadas siguiendo las directrices de la fuerza de la gravedad. La zona de captación, normalmente se localiza en la cota más elevada de la salina, aunque a veces no es así y hay que recurrir a otros elementos para ascender el agua hasta las balsas de acumulación. Después, las aguas saladas son conducidas por medio de canales o acequias hasta la zona de concentración, compuesta por unas albercas también denominadas calentadores. Desde los calentadores, por gravedad, el agua pasa a unas albercas algo más pequeñas y menos profundas donde la salmuera alcanza una concentración adecuada para finalmente, pasar a la zona de cristalización. En la zona de cristalización, que puede variar morfológicamente en cada salina según la topografía, se encuentran las piletas o eras de cristalización. Consisten en una serie de pequeñas balsas, sin apenas pendiente y con menos de 25 cm de profundidad, rectangulares y dispuestas en graderío. Se separan entre sí por tablones de madera. La concentración de la salmuera en ellas es tal, que poco a poco el cloruro sódico empieza a precipitar, formando cristales de sal, dispuestos para ser rastrillados y recogidos. Finalmente, aunque ajeno a los elementos que participan estrictamente en el proceso de obtención de la sal, forma parte de las instalaciones salineras el almacén, lugar donde la sal extraída se acumula y protege de las posibles inclemencias atmosféricas.
Este conjunto de infraestructuras, saberes tradicionales, paisajes culturales y prácticas socioeconómicas vinculadas a la producción de sal, representa un recurso estratégico para el desarrollo rural en múltiples regiones del mundo. Lejos de ser un vestigio del pasado, las salinas tradicionales constituyen espacios vivos donde convergen valores ecológicos, históricos, culturales y productivos que pueden ser activados para dinamizar economías locales y fortalecer identidades territoriales. Desde una perspectiva patrimonial, las salinas son testimonio de una relación ancestral entre las comunidades y su entorno, de la gestión sostenible de los recursos naturales y de la adaptación a condiciones ambientales específicas. Este legado, en muchos casos en riesgo de desaparición, puede ser revalorizado mediante políticas de conservación activa, turismo cultural, educación ambiental y producción artesanal de sal con denominación de origen. Ofrece oportunidades para diversificar la economía local a través de actividades complementarias como el ecoturismo, la gastronomía, la cosmética natural y la comercialización de productos con valor añadido. Además, las salinas tradicionales suelen ubicarse en zonas de alto valor ecológico lo que permite integrar objetivos de conservación de la biodiversidad con estrategias de desarrollo territorial.
Así pues, las salinas constituyen auténticos paisajes patrimoniales cargados de valores ambientales y culturales, especialmente aquellas ubicadas en áreas rurales que han mantenido un modo de producción artesanal y unas instalaciones y arquitectura tradicionales, integrándose perfectamente en contextos agroforestales. España es uno de los principales productores de sal en Europa, gracias a su clima, su amplia costa y la existencia de numerosos manantiales salinos en interior. Es por ello por lo que hablamos de salinas litorales como las de Torrevieja o las de Santa Pola y de salinas continentales como las de Villena o las de Salinas.
