I+D+I
Este término comienza a escucharse a partir de los años 60 en dónde la investigación y el desarrollo eran las dos palabras centrales. Años más tarde, con la publicación del manual de Oslo (1992), se acuña el término I+D+I, añadiendo la innovación al concepto original, lo que amplía significativamente su alcance. Ya no se limita a la creación de nuevos productos, sino que abarca también la mejora de procesos de producción, la adopción de nuevas estructuras organizativas y el desarrollo de métodos de comercialización innovadores. Esta visión más amplia permite que la I+D+i no sea exclusiva de grandes centros de investigación o empresas tecnológicas, sino que se extienda a pequeñas empresas, colectivos sociales y cualquier entidad que implemente este tipo de procesos innovadores, abriendo las puertas al mundo rural.
En primer lugar, la investigación en el ámbito rural implica la valorización del saber tradicional y la investigación de las peculiaridades de cada ecosistema. Se busca comprender las interacciones entre los sistemas naturales y las actividades humanas, para desarrollar prácticas sostenibles y buscar soluciones prácticas para los problemas del medio rural. El proyecto Biovaloriza de la Diputación de Valencia sería un claro ejemplo, ya que está ayudando a testear el funcionamiento del aprovechamiento energético de la biomasa para el ahorro energético de las entidades públicas y la reducción de la dependencia energética.
En segundo lugar, el desarrollo se centra en la adaptación de las tecnologías existentes a las necesidades y características del medio rural, teniendo en cuenta la disponibilidad de recursos y la infraestructura. Se promueve el desarrollo de tecnologías de bajo coste y fácil manejo, que puedan ser adoptadas por pequeños productores y empresas rurales.
En tercer lugar, la innovación en el mundo rural abarca diversos aspectos. La innovación social se centra en la búsqueda de soluciones innovadoras a los problemas sociales del medio rural. La cooperativa agrícola de Bejís ha abanderado una iniciativa de gestión en común de tierras que permite evitar el abandono de los campos mediante su trabajo desde la cooperativa y reducir así la virulencia de futuros incendios. La innovación organizativa implica la adopción de nuevas formas de organización y gestión en las empresas y organizaciones rurales, para mejorar su eficiencia y competitividad. El proyecto Essències, impulsado por el GAL Muntanya d’ Alacant es una muestra de estas nuevas formas de organizarse, en las que productores agroalimentarios, ayuntamientos y asociaciones se alían para ofrecer una oferta turística basada en sus recursos endógenos. También podemos encontrar innovación en el procedimiento en las figuras de reservas de la biosfera, ya que trabajan la protección de la biodiversidad utilizando un desarrollo económico sostenible de la comunidad local. Por último, la innovación en la comercialización busca facilitar la venta de los productos generados en el medio rural, mediante el uso de nuevas tecnologías, y la creación de marcas de calidad, que permitan diferenciar los productos de los territorios rurales. Un ejemplo es DEPENYAGOLOSA, impulsado por cooperativa de Atzeneta del Maestrat, un proyecto de e-commerce para productos locales y la creación de una marca de calidad ligada al nombre y los valores del territorio, actuando como paraguas de todos los productos de la zona.
La I+D+i se erige como un pilar fundamental para el futuro del mundo rural. Su capacidad para generar soluciones innovadoras y adaptadas a las particularidades de estos territorios es crucial para abordar los desafíos. Es hora de desterrar la idea de que el mundo rural está exento de innovación. Contamos con un tesoro de recursos y herramientas para impulsar un futuro que permita habitar nuestras zonas rurales.
