Forastero
Un forastero es simplemente alguien que llega de fuera. En muchos pueblos, “ser de aquí” siempre ha tenido un peso simbólico que va más allá de vivir muchos años en el mismo sitio. Tradicionalmente, para ser considerado del lugar, no bastaba con residir en él, también había que haber nacido ahí, tener raíces, familia, o un mote o apodos heredados. De no ser así, uno era, (y seguía siendo durante mucho tiempo), un forastero.
Antiguamente, el término forastero también solía tener un significado despectivo. Este, hacía referencia a quien no pertenecía, a alguien que no conocía las costumbres del lugar, que no hablaba igual. A veces era un trabajador, un vendedor ambulante, un viajero, o simplemente alguien que buscaba una nueva vida. Y aunque sus intenciones fueran buenas, se le miraba con cierta desconfianza: se le observaba de reojo en el bar, se le señalaba por su acento, por su ropa y por sus maneras. Podían pasar los años (décadas incluso) y aunque uno se quedara, siempre seguía siendo un forastero. Pero hoy en día, el mundo rural ha cambiado, y con él, también lo ha hecho el concepto.
Actualmente vivimos en una época en la que muchas personas han decidido volver a los pueblos. Lo que antes se consideraba una vida atrasada, sin oportunidades, ahora se percibe como un refugio. Ya no huimos del campo, ahora lo anhelamos y estos lugares despoblados, que parecían condenados a desaparecer comienzan a recibir a nuevos “forasteros”. Ahora, también los llamamos neorrurales, hippies modernos, nómadas digitales, “los que se fueron, pero volvieron”, “los hijos o nietos de”, los que heredan casas viejas y las restauran con mimo, y los que traen ideas nuevas o una forma distinta de vivir.
En esta nueva ola de pobladores, ser forastero ya no es una ofensa, sino más bien, una manera más de habitar el lugar. Ya no se ve al que llega como una amenaza, sino como alguien que puede aportar algo bueno. Y aunque aún se observa al recién llegado con una mezcla de curiosidad y cautela, también se le acepta. Porque el pueblo ha cambiado, y ahora recibe con ternura a quienes vienen con ganas de echar raíces. Porque ya no se trata solo de “ser de aquí”, sino de “querer estar aquí”.
