Comarca
Según el Diccionario de Autoridades de 1729 una comarca es un territorio situado en un límite, en la frontera. En efecto, la conciencia de pertenencia a una comarca se ubica en ese difuso linde entre la identidad personal y la colectiva. Nos sentimos de tal o cual comarca y lo hacemos, al mismo tiempo, cada uno de nosotros y en grupo, tejiendo ese sentimiento al de otras personas.
También en su dimensión institucional la comarca se sitúa en el límite, en este caso, en la frontera de la no existencia. Sentida pero no legislada, la comarca en ocasiones se desvanece y, otras veces, se alza como un asidero cierto para la vida diaria.
A lo largo del siglo XX pensar el territorio valenciano obligaba a considerar las comarcas. Así lo hizo F. Mateu y Llopis en su trabajo pionero El País Valencià (1933); y los dos relevantes libros de Joan Fuster de 1962: Nosaltres, els valencians y El País Valenciano. Vinieron luego el Nomenclàtor Geogràfic del País Valencià (1970) de Joan Soler; L’Estructura Econòmica del País Valencià (1971) dirigida por Ernest Lluch; la Gran Enciclopedia de la Región Valenciana (1973); o la Geografia de les terres valencianes dirigida por Antonio López Gómez (1977); etc. Desde el ensayo, la geografía, la economía o la sociología se entendía que las comarcas formaban parte de la realidad valenciana, la estructuraban.
La recuperación de la democracia impulsó la presencia de las comarcas en la agenda política del momento. Introdujo su anclaje normativo en el artículo 141.3 de la Constitución Española de 1978 al reconocer que: “Se podrán crear agrupaciones de municipios diferentes de la provincia”. La Diputación de Valencia organizó y publicó la Taula redona sobre la comarcalització del País Valencià (1980) con participación de académicos y agentes sociales en una clara apuesta por hacer de las comarcas un elemento clave de la articulación territorial de aquel país que se aspiraba a construir. Por fin, el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana de 1982 mandataba en su artículo 46 una ley para la división comarcal. La posterior modificación del Estatuto (2006) trasladó al artículo 65 la posibilidad –pero no la obligación- de esa ley. De hecho, hasta el momento actual se carece de una ley de comarcas. Lo más cercano a la creación de unas instancias funcionales intermedias entre el municipio y la provincia ha sido la Proposta de demarcacions
territorials homologades de la Conselleria d’Administració Pública de 1988 que preveía la creación
de dos niveles de demarcaciones: una treintena comarcas “tradicionales” que se agrupaban a su vez en 16 demarcaciones de rango superior encabezadas cada una de ellas por un centro urbano de importancia. Otras comunidades autónomas españolas, como Aragón o Cataluña, sí que han creado comarcas con competencias propias en la administración local.
En un territorio como el valenciano y en un tiempo de profundas transformaciones como la segunda mitad del siglo XX, la propia conceptualización de la comarca ha sido cuestionada. La afinidad cultural -en particular, la lengua- y la geográfica sustentaban la pertenencia comarcal de las diversas localidades y municipios en una sociedad tradicional o poco industrializada. Pero la progresiva industrialización, terciarización y urbanización trastocaron la funcionalidad diaria de esas mismas comarcas, diluida en una ordenación del territorio (desordenación, en más de una ocasión) regida por poderosas fuerzas económicas. Pueden señalarse razones suplementarias del arrinconamiento de las comarcas tradicionales. Una es el marcado contraste en población y actividad económica entre las comarcas litorales y la mayoría de las interiores en las provincias de Valencia y Alicante. Otra razón ha sido el fuerte desequilibrio generado por las áreas metropolitanas de València-l’Horta; y la de Alacant-Elx.
En este siglo XXI la comarca parece haber perdido peso como entidad territorial de referencia en la acción político-administrativa. Sin embargo, las comarcas valencianas siguen ahí, aglutinando identidades y ofreciendo herramientas para la construcción de nuestra sociedad. No son pocos los agentes sociales como sindicatos, organizaciones empresariales o partidos políticos que se organizan comarcalmente. La administración autonómica y la local también la emplean para distintos fines, entre ellos la recogida de información estadística, tan necesaria para análisis y proyecciones. En las áreas desfavorecidas y de montaña, la precariedad de muchos municipios añade interés a las comarcas, como lo demuestran las mancomunidades de servicios.
La comarca es el ámbito natural de trabajo de estudiosos, investigadores y profesores integrados en numerosos centros de estudios comarcales, talleres de historia local y otras entidades culturales, federados a su vez en la activa Federació d’Instituts d’Estudis del País Valencià. La identidad comarcal se expresa, festiva y reivindicadora, en eventos, ferias y aplecs, por ejemplo, el veterano Aplec dels Ports que en 2023 celebró su 44 edición.
La particular configuración territorial del País Valenciano ya comentada lleva décadas incrementando los desequilibrios y mermando las capacidades de amplias zonas del interior montañoso. Por ello son particularmente interesantes las propuestas en torno a las llamadas Comarques Centrals Valencianes. Diversos estudios académicos y, sobre todo, la conciencia política y cívica de las comarcas implicadas resaltaron en los últimos años del siglo XX la necesidad de actuar específicamente sobre ese territorio dinámico y singular a caballo entre las provincias de Alicante y de Valencia que incluye territorios costeros y de interior. Un primer Consorci de les Comarques Centrals Valencianes se constituyó en 1999 y redactó un ambicioso Pla de Promoció Socioeconòmica i d’Ordenació Territorial que no contó con suficiente apoyo político autonómico. El actual consorcio incluye municipios y mancomunidades de diversas comarcas: la Marina Alta, l’Alcoià, el Comtat, la Safor, la Vall d’Albaida, la Costera, la Canal de Navarrés.
Impulsar las Comarques Centrals Valencianes; redactar una ley de comarcas; llevar a cabo políticas de ordenación territorial con óptica comarcal… diversas son las opciones de que dispone nuestra comunidad para hacer de las comarcas una herramienta de bienestar y de futuro. Mientras tanto, la ciudadanía de las áreas de montaña y, en general, del País Valenciano continuará sintiendo, de una u otra manera, la comarca. Somos de alguna parte, no de cualquier parte. La comarca nos enraíza; nos une a otros; nos hace sentir como propio un cierto paisaje, un patrimonio; nos invita a asumir un pasado y a responsabilizarnos de un futuro.
