Paisaje
Es la manera en que se nos manifiesta el territorio. Es la configuración espacial resultante de las dinámicas naturales y de la acción del ser humano al asentarse en un lugar, junto a la interpretación que las personas efectúan de dicha configuración. El Convenio Europeo del Paisaje (Florencia 2000) define al concepto como cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos. Así pues, cualquier territorio independientemente de su “naturaleza” agreste, rural, urbano, periurbano o industrial, sea emblemático u ordinario, o del aprecio que nos merezcan, posee la consideración de paisaje.
El paisaje, como percepción sensorial procesada intelectualmente, fruto del diálogo entre el ser humano y la naturaleza, constituye indefectiblemente en España un patrimonio cultural; una herencia que refleja unas estructuras y un saber hacer, valorizada cada vez más por su capacidad de generar sentimientos de pertenencia, calidad de vida y desarrollo socioeconómico. Cuando un grupo humano actúa sobre el territorio aplicando el conocimiento y tecnologías de que dispone, lo transforma en un paisaje cultural. Pero cuando ese paisaje cultural se carga de identidad y valor, se convierte en una referencia y pasa a tener un significado superior, que va más allá de la manifestación de unos procesos socioambientales. Estamos ante un paisaje patrimonial.
El paisaje, entendido como la expresión percibida de un sistema territorial cargado de valores, se convierte en un recurso. En un capital que en el marco de la innovación e inteligencia territorial actúa en determinados contextos como motor de desarrollo socioeconómico y como fuente de salud. Esto es lo que afirman, sustentados por numerosos análisis científicos, investigadores de distintas disciplinas que, desde las ciencias de la salud, ciencias naturales y ciencias sociales vienen trabajando en la materia en las últimas décadas. Efectivamente, un paisaje bien ordenado, armónico y equilibrado genera bienestar, calidad de vida y promueve la salud. Pero, además, bien de manera integral o bien a través de sus componentes, opera como un recurso para aquellas estrategias, actividades o actitudes que persiguen el desarrollo local. El contacto con paisajes seminaturales, libres de urbanización, reconforta a las personas y contribuye en la mejora de la salud. Y no sólo eso, también constituye un recurso estratégico para el desarrollo sostenible de los territorios. Actúa como un factor clave en la atracción de inversiones, el fortalecimiento de la identidad territorial y la promoción de actividades económicas diversificadas.
Así pues, ordenar el territorio con criterios paisajísticos contribuye a generar entornos más funcionales, accesibles y estéticamente atractivos, lo que incide directamente en la valorización del suelo, el turismo, la agricultura sostenible y la economía creativa. Por ejemplo, regiones que han apostado por la conservación del patrimonio paisajístico y la planificación territorial integrada han logrado posicionarse como destinos turísticos de calidad, generando empleo y dinamizando las economías locales.
Un paisaje bien estructurado favorece la cohesión espacial y social, al integrar infraestructuras verdes, corredores ecológicos y espacios públicos que conectan comunidades y fomentan la equidad territorial. Además, el paisaje ordenado actúa como una herramienta de resiliencia frente al cambio climático, al facilitar la gestión sostenible de los recursos naturales y la prevención de riesgos naturales.
